lunes, 22 de diciembre de 2008

El catalán de Messi.

La opinión de Dagoberto Escorcia, en La vanguardia.

Tiene que resultar fácil y nada complejo el tema porque de lo contrario no lo habrían firmado tantas instituciones y la mayoría de partidos políticos. A falta de financiación, Catalunya ya tiene un acuerdo que establece el catalán como unidad primordial en la acogida e integración de los inmigrantes. Y ha dicho el president Montilla para celebrar el pacto: "El inmigrante debe percibir que nos alegra constatar su esfuerzo por hablar el catalán".

Inmediatamente las preguntas saltan de la cabeza: ¿Cómo percibirá el inmigrante esa alegría? ¿Y quién se alegrará? ¿Y quién especifica el esfuerzo? ¿Y si veo que mi vecino no se esfuerza tengo que denunciarlo a las autoridades? ¿Y una vez denunciado como inmigrante que sólo pone vallenatos en su casa y ninguna sardana, qué le harán? ¿Lo echarán del país a él y a toda su familia?

Los periodistas que cubren deportes en este país suelen reparar ya desde hace tiempo en esta cuestión, y los futbolistas extranjeros, inmigrantes al fin y al cabo, no se quedan atrás. Ellos reciben consignas inmediatas de sus asesores, representantes o directores deportivos que acaban de cerrar la compra o la cesión de sus derechos sobre lo que más le gustaría escuchar al aficionado culé. Y lo primero que aprenden, y casi lo único, es a decir "bon dia o bona tarda, visca el Barça i visca Catalunya". ¿Se considerará eso un esfuerzo? ¿Es suficiente? ¿O puede que el esfuerzo a contabilizar sea que marque muchos goles con la camiseta de los colores azulgrana, o que haga jugadas deslumbrantes, o que sea la imagen del club? ¿Alguien tiene constancia de que Ronaldinho hizo un esfuerzo por hablar en catalán? ¿O que Leo Messi, que ha sido educado en La Masia del Barça lo esté haciendo? Y si no lo ha hecho, ¿alguien le va a decir algo? ¿O alguien sabe si Eto´o habla catalán? No, verdad. Lo que realmente debe bastar es el esfuerzo en el campo y el respeto a la institución que representan. Menos mal, no obstante, que la intención de negar la regularización de aquellos inmigrantes que no realizan un esfuerzo por expresarse en catalán no es competencia de la Generalitat porque de lo contrario estaríamos ante un grave problema. Claro está que todo el mundo supone que las estrellas de fútbol tendrían una exención en toda la regla y se librarían de esta parte del pacto nacional de la inmigración.

Pero la gran verdad es que esto, que ha sido celebrado como la última gran idea del 2008, está hecho para el otro inmigrante, para el pobre en una palabra, para ese que se vino buscando trabajo y hoy en día, después de alejarse de su familia, de sus raíces, intenta el retorno con el rabo entre las piernas porque trabajo ya no hay. Se ha quedado en el paro y hasta está a punto de perder el pisito que compró alegremente cuando las entidades bancarias se lanzaban al crédito de forma casi festivalera, y ahora, en cambio, cuando más ayuda necesita es cuando más le cierran las puertas.

Este servidor, al que le enseñó catalán la Carmeta, una señora de La Galera (Tortosa) que en paz descanse, y su hijo Pere Garcia Bailach, que tuvo paciencia para intercambiar palabras porque ella apenas conocía el español, cree sinceramente que el dichoso acuerdo puede que al final resulte una idea fantástica, pero de entrada, y en este momento, sí que es un brindis al sol. El gran esfuerzo lo tendrían que hacer, en primer lugar, los hombres públicos, las figuras deportivas, los artistas y después ya tendría que exigirse a los más pobres, que ya de por sí llevan a sus hijos a colegios donde les enseñan el catalán. Pero si de verdad se quiere que el inmigrante hable catalán hoy en día prométale que el banco o la caja de ahorros le ayudará a pagar la hipoteca si habla catalán. "Pagant, sant Pere canta", creo que le oí un día decir a la Carmeta.

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