lunes, 21 de diciembre de 2009

Carta abierta a Laporta


Ignacio de Saavedra en La Voz Libre.

Señor Laporta:

Han transcurrido más de seis años desde su llegada a la presidencia del F.C. Barcelona. Recordará que, por aquel entonces, su campaña electoral fue presentada bajo el lema ‘Primero, el Barça’; una frase que prometía una entrega deportiva a los miles de socios desperdigados por España, pero que se ha terminado convirtiendo en una patraña política camuflada bajo la camiseta azulgrana. Se vivieron momentos de datos históricos y encuestas erróneas: se presentó el mayor número de candidatos a unas elecciones barcelonistas y, contra todo pronóstico, consiguió una mayoría aplastante al finalizar el recuento de votos. Fueron para usted días de cava y rosas.

Tras muchos intentos fallidos, que habían comenzado en 1998 con su batalla contra Núñez, conseguía ocupar el despacho presidencial de uno de los mejores equipos de la historia del fútbol. En la memoria quedaba la década de los noventa, con sus ambiciones políticas y sus ataques a la nación española, que le habían empujado a formar un partido independentista que terminó desapareciendo entre la neblina. Ahora, ante la sombra de los aficionados y el resplandor de los galardones, sus empeños parecieron centrarse en la limpieza económica y en la magia del balón. Junto a los ‘chicos de la generación PowerPoint’, logró devolver la ilusión a los aficionados e incrementó en más de veinte mil el número de socios, pero también llegaron sus crisis internas y se sucedieron las dimisiones, las imágenes ridículas -como aquélla en la que tuvo que quitarse toda la ropa en el aeropuerto de El Prat de Barcelona-, los desastres deportivos, la moción de censura, las nuevas dimisiones de la mayoría de la Junta Directiva y los espionajes internos. Sus rosas también se marchitaban y su sabroso cava también podía atragantársele.

Pero como en ocasiones sucede que tras las peores tormentas llegan las mejores calmas, logró esquivar los obstáculos y superar los imprevistos. Ahora preside el más brillante F.C. Barcelona de la historia, señor Laporta, que abarrota las vitrinas de trofeos y desencaja las mandíbulas de los amantes del fútbol. No crea que resulta sencillo para un madridista reconocerle el buen juego de su equipo, pero tengo la seguridad de que a usted ya le importa bien poco lo que pueda escribirse sobre las gestas de sus jugadores, sino que prefiere verse en las portadas de los periódicos en apoyo de manifestaciones secesionistas y realizar repetidas declaraciones contra la unidad de la nación española. También le estimula más tener que rellenar su agenda con actos tales como consultas soberanistas o la entrega de premios de ERC, donde afirmó “creer en una nación catalana libre”. Con ello ha trasladado sus ansias políticas de la década de los noventa a los terrenos de juego, y eso es enormemente peligroso.

Los hechos son insultantes e intolerables:

1. Recientemente, la Asamblea General del F.C. Barcelona adoptó la decisión de convertir el catalán en la única lengua oficial del equipo. En línea con el Estatuto de Cataluña y con las sucesivas modificaciones legislativas -también inconstitucionales- que marginan al español de la vida diaria, usted ha tomado una decisión que supone la discriminación inmediata de todos los socios y aficionados que no viven en Cataluña y que, por lo tanto, no hablan el catalán, limitando sus derechos de manera vergonzante. Imagino que sus obligaciones de pagar las cuotas y subvencionar el equipo seguirán intactas.

2. Recientemente, Guardiola afirmó en una rueda de prensa en Ucrania que Cataluña es “un país con lengua propia y cuando salimos, los que la hablamos, la usamos”. Me percato de que su entrenador ha sido bien aleccionado por usted. Ante esta frase, imagino que no tendría ningún reparo en abandonar la Liga Española para pasar a jugar en una Liga Catalana, pues no tiene ningún sentido que desde sus filas sigan pregonando su independencia mientras se enfrentan cada semana a equipos que llevan con orgullo su pertenencia a España. Quizás tenga miedo de que sus socios rechacen su fanatismo, su odio, su egoísmo y su ridiculez si decide adoptar esta medida. Al fin y al cabo, como muchos otros, es un cobarde.

3. Recientemente, el F.C. Barcelona se adhirió al editorial golpista de doce periódicos catalanes. En este editorial, que tenía como objetivo presionar al Tribunal Constitucional para que emitiera una sentencia favorable a los anhelos secesionistas que encierra el Estatuto de Cataluña, se vertieron oscuras advertencias que ponen de relieve la falta de límites de la clase política y mediática catalana. Ante esto, señor Laporta, usted demuestra que aquel lema que utilizó en su campaña electoral del año 2003 ha sido pisoteado en beneficio de sus aspiraciones políticas y en perjuicio del F.C. Barcelona. Un presidente debe ser presidente de todos. Recuerde el artículo que le dedicó el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara.

4. Recientemente, usted participó en la marcha de antorchas que cada 15 de octubre organiza ERC en el Castillo de Montjuïc. Allí afirmó que “son momentos de levantarnos ante quienes cada día del año tratan a Cataluña con intransigencia”. La verdad es muy distinta. Quienes cada día del año son tratados con intransigencia son aquellos comerciantes multados por rotular en castellano, aquellos niños acosados en sus colegios por hablar en español, aquellos socios del F.C. Barcelona que no aceptan sus vehemencias pero que aman a su equipo o aquéllos que sufren agresiones verbales o físicas por los radicales a los que usted da aliento. Si su intención es levantarse, mejor levántese del sillón de su despacho y no siga traicionando más a sus aficionados.

Como sus delirios son infinitos, me despido llegados a este punto. Sospecho que pronto será diana de mis artículos, pues todo apunta a que irá como candidato en alguna lista electoral de ERC. Inténtelo, pero aunque haya dicho hoy mismo que “la independencia catalana es posible y por eso da miedo”, créame cuando le digo que la voluntad de los españoles no lo permitirá, aunque este domingo usted vaya a ser cómplice de uno de los mayores actos de deslealtad e ilegalidad conocidos hasta la fecha. La nación española, señor Laporta, resistirá. Le doy mi palabra.

domingo, 20 de diciembre de 2009

sábado, 19 de diciembre de 2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

viernes, 27 de noviembre de 2009

El Barça- Madrid según TV3


La opinión de Ferran Monegal en El Periódico de Catalunya.


Planteó el otro día Banda ampla (TV-3) un debate titulado Més que futbol. De entrada, aplaudamos: es un tema oportuno ante el partido de este fin de semana. Pero resultó un debate pintoresco. Solo atendiendo a la estrategia escenográfica planteada, merecen un estudio, una tesis doctoral pormenorizada. Un detalle: en primera fila, bien enfocados, tres criaturas del Madrid. Iban en chándal y con la camiseta blanca Siemens, y también llevaban desplegada una gran bandera de España. Gritaban, más que hablaban, un castellano garbancero y atropellado. O sea, ejemplares borderline del madridismo más rampante. Frente a ellos, tres socios del Barça, criaturas sosegadas y educadas vestidas impecablemente con chaqueta y corbata. ¡Ahhh!

lunes, 2 de noviembre de 2009

Cruyff será seleccionador catalán


Y los catalanistas ya están quejándose de que no habla catalán.
http://esports.e-noticies.cat/catalunya-fitxa-cruyff-malgrat-no-parlar-catala-34357.html

sábado, 24 de octubre de 2009

TV3 contra el Real Madrid


Segi Pàmies en La Vanguardia.


En el Telenotícies migdia (TV3) del jueves, sección deportes, se vivió un momento de cinismo desalentador. Un reportaje analizó las retransmisiones radiofónicas del partido Real Madrid-AC Milan del miércoles (que, por cierto, obtuvo una excelente audiencia). Se trataba de demostrar que Onda Cero, la Cope, la Ser o Radio Marca habían sido poco respetuosos con el Milan y prepotentes con el Madrid. Minutos antes, sin embargo, TV3 acababa de resumir la derrota como un partido con una primera parte de "solters contra casats" y otras lindezas y de culminar una larga, persistente y desagradable tendencia a practicar un antimadridismo facilón y populista que no entronca precisamente con lo que debería esperarse de una televisión pública.

La narración del partido que hizo TV3 pecó de este mismo defecto. No debe de ser fácil contentar a todo el mundo, y entiendo que TV3 no puede tener el mismo tono que Tele Madrid, pero es imprescindible establecer un estilo que permita a los catalanes madridistas - y contribuyentes-ver la retransmisión de una de sus televisiones sin sentirse insultados. Las bromas e ironías de Bernat Soler, que entenderíamos en un contexto privado o incluso en una apuesta de retransmisión privada, sorprendieron, ya que no jugaba ningún equipo catalán. Es cierto que si TV3 hiciera una retransmisión aséptica, fría y robótica también le llevarían los palos, pero eso debería propiciar una reflexión sobre un modelo narrativo que no provoque, incluso en sectores del barcelonismo, vergüenza ajena (se entiende la simpatía por un equipo catalán pero resulta más incomprensible la antipatía por el Madrid en un partido contra un equipo italiano). Además, se produjo - y no es la primera vez-la paradoja de que TV3 iba a favor del Milan, un equipo de nefasta memoria para los culés que vieron como, en una inapelable lección de realismo, nos ganaron en Atenas.

Este es un defecto que, a menudo, comparten las televisiones españolas, públicas y privadas, cuando, sin venir a cuento, dejan claro su antibarcelonismo visceral. Algunos, como Cuatro o Antena 3, incluso potencian su merenguismo por razones comerciales y de búsqueda de audiencia. Y aunque su condición de empresa privada les ampare, nunca pueden convertirse en un modelo. En lugar de ofrecer una alternativa informativa plural, TV3 parece haber optado por seguir el mismo camino. Buena parte de su planteamiento refuerza el forofismo en lugar de primar la información, el rigor y, si se tercia, el debate y el espectáculo. Por ejemplo: la existencia de un Hat-trick para el Barça y otro para el Espanyol, con periodistas claramente beligerantes, equivale a admitir la imposibilidad de aspirar a cierta objetividad transversal y plantea el siguiente interrogante: si el Girona y el Nàstic subieran a Primera División, ¿tendríamos cuatro Hattrick?¿Somos incapaces de unificar criterios y ofrecer un modelo de información y entretenimiento que, sin caer en la neutralidad aséptica, no se base en la identificación extratelevisiva? Lo malo de estos vicios es que se contagian y, en ocasiones, parece que otros ámbitos de la actualidad (política, internacional) se tiñan de esta tendenciosidad primaria. El ejercicio del TN migdia del jueves, no obstante, intentando desacreditar los evidentes excesos de la competencia sin analizar los propios, fue un ejemplo de hasta qué punto la paja en ojo ajeno cotiza más que la viga en el propio.

domingo, 18 de octubre de 2009

Laporta de Brandeburgo


Tomás Cuesta en ABC

CUANDO Laporta la emprendió contra los Boixos Nois y puso a la chusma vocinglera al cabo de la calle le llovieron elogios, parabienes y halagos. Una vez más -clamaban las fanfarrias-, Cataluña era un ejemplo para el conjunto del Estado. Por fin, un dirigente deportivo sabía estar a la altura de las circunstancias y expulsaba del templo del «fair play» a quienes monopolizan la barbarie. Al cabo de seis años, de un triplete y de una escandalosa goleada, es cierto que el paisaje del Camp Nou no es el mismo de antaño. Tampoco lo es el Barça, por supuesto, y el Laporta actual es un mutante. Los «ultras», sin embargo, aún están ahí, gritando «¡Puta España!» a cencerros tapados. Antes, los hunos alborotaban el Gol Sud. Los otros, hoy por hoy, cuchichean en el confort del palco. Con los hunos, Laporta montó un «coup de théâtre». Con los otros, en cambio, pretende montar la parda.
Francesc Pujols -que fue un filósofo imposible y un personaje inagotable- decía que Companys estaba aquejado de «balconitis crónica», un mal que, en su opinión, causaba estragos en los prohombres de la Esquerra Republicana. Diagnosticar la «balconitis» no tiene ningún misterio; curarla, sin embargo, no es una tarea fácil. Un político de balcón es ése que convierte los argumentos en soflamas y que, en lugar de a sentar cátedra, aspira a sentar plaza. La Plaça de Sant Jaume, en este caso. O la de Oriente, con perdón, que también es un trago. «No sortiu tant al balcó, que us constipareu». El sapientísimo consejo de Francesc Pujols no tuvo el menor eco en el Molt Honorable y sobre lo que ocurrió a continuación no es preciso explayarse. Al sabio de Martorell, que gloria haya, siempre le quedará el consuelo de haber anticipado el porvenir en aquel «dictum» que muchos se tomaron a beneficio de inventario. «Llegará un día en que los catalanes, por el hecho de serlo, lo tendrán todo pagado».
No obstante, hay espectáculos que resultan impagables. Contemplar a Joan Laporta antorcha en mano -o sea, en el mejor estilo nazi- reivindicando a Lluis Companys, el presidente mártir, es una estampa gótica, un trance visionario, una viaje a los límites de la risa y el llanto. Ni Fundación Francisco Franco, ni historietas de espías, ni conjuras de faldas. Laporta de Brandeburgo: esa es su gracia y su retrato. Vamos, que resucita Goebbels -lagarto, lagarto- y lo ficha «ipso facto». ¿Qué el paso de la oca le coge a contrapié y es incapaz de desfilar con garbo? Compensa la carencia haciendo el ganso. Laporta de Brandeburgo, pese a su cerrazón mental, jamás echará el cierre a un micro o una cámara. La «balconitis crónica» se le ha quedado chica, la suya es galopante. ¡Menudo galopín! Se le desboca el ansia.
La farsa es tan grosera, tan mezquina, tan burda, tan falsaria (la redundancia viene al pelo y al pelaje) que es muy posible, incluso muy probable, que acabe por triunfar en un país de sandios. Viendo a Laporta con la tea en un mar de tinieblas wagnerianas, es imposible deslindar la curda y la resaca. ¿Irá a quemar la iglesia o encomendarse a San Pancracio. La pela es la pela y la «bosa» del Barça no «sona» igual que antaño. Laporta de Brandeburgo le va que ni pintada. Por pinta, por «ultra», por pelanas..

viernes, 16 de octubre de 2009

Johan Cruyff y lo que importa de verdad


El trozo de un artículo de Johan Cruyff publicado en El Periódico de Catalunya.


Entre otras cosas, ser deportista es eso. Unir fuerzas y redoblar esfuerzos cuando las cosas van mal. O como cuando toca jugar con el equipo nacional. Rivales todos los domingos, madridistas y culés unidos por la misma camiseta nacional. Y con un resultado excelente, por cierto. Justo lo que no hacen los políticos. Rivales ya no cada domingo, sino cada día de la semana, a diferencia de los deportistas los políticos no se dan cuenta que el rival, su único rival es otro: la crisis. Lamentablemente no ha llegado el día en que unos y otros se pongan la misma camiseta nacional para jugar su partido más importante.

martes, 13 de octubre de 2009

Atado y bien atado


La opinión de Daniel Vázquez en El Periódico de Catalunya.


Cuando ganó las elecciones en junio del 2003, favorecido por los deseos de unos socios hartos de aguantar tantas medias verdades y medias mentiras, Joan Laporta prometió airear el club y levantar las alfombras que escondían los ácaros cicateros que había empleado el nuñismo para convertir la institución barcelonista en su finca privada. Una declaración de principios y de intenciones que se vio ratificada tras un primer trienio en el que se lograron tres éxitos deportivos inesperados, dos ligas y una Champions. Y unos cuantos éxitos económicos y sociales que devolvieron el FC Barcelona a los socios y a los también importantes seguidores repartidos por el mundo.
Tanta era la comunión entre la masa y el Olimpo azulgrana, que la dimisión de Sandro Rossell y los directivos afines al exdirectivo de Nike fue considerada un mal menor.

Tres años de felicidad que empezaron a quebrarse cuando a Ronaldinho le creció una tripa cervecera. Una panza que propagó ciertos rumores sobre la vida disoluta del brasileño y de otros miembros de la plantilla, bisbiseos que acarrearon más de una jaqueca a una junta que empezaba a desprender cierto tufo a desorientación.
De repente, la pax laportista comenzó a mostrar síntomas de debilidad. Ante las habladurías que denunciaban tímidamente los primeros signos de endeblez estructural del club, los Laporta Boys contratacaron colocando palos en las rueda del círculo virtuoso, y bajo el axioma «o estás conmigo, o estas contra mí», decidieron meter en la celda de los non gratos a todo aquel que difería de ciertas decisiones poco diáfanas. Frente a tanto sospechoso potencial, la mente es incapaz de funcionar con claridad, y la del presidente no fue una excepción. A su nerviosismo, Laporta añadió una falta de flexibilidad hasta la fecha desconocida y, con supuestos enemigos en todas partes, perdió el rumbo, alejándose progresivamente de los medios de comunicación, incluso de aquellos que le habían sido fieles, y favoreciendo a los que, atrincherados en sus fortalezas blancas, grises o casposas, habían declarado la guerra ideológica a Laporta desde mucho antes de que asumiera el cargo de mandatario.
Con frases que han entrado en la antología del disparate como la de «al loro, que no estamos tan mal», o con su obstinación en convertir la derrota de la moción de censura en una victoria, Laporta se hizo sepulturero y cavó su propia tumba. Un presidente que tuvo la suerte de resucitar gracias a la fortuna de toparse con un mesías accidental llamado Pep Guardiola.
Por vez primera en sus 110 años de historia, el FC Barcelona muestra una bipolaridad envidiable. Admirado mundialmente por su juego, poética y prosa puesta al servicio de los aficionados al fútbol, son muchos los que piensan que el Barça de Pep Guardiola y sus jugadores es lo que es a pesar de una directiva que está en otras guerras poco deportivas. El descubrimiento de que Joan Oliver, el flamante director general, había encargado a la agencia de investigación Método 3 espiar a cuatro de sus directivos, Jaume Ferrer, Joan Franquesa, Joan Boix y Rafael Yuste, por orden de Joan Laporta, haría recapacitar a cualquier persona y plantearse la idoneidad o no de seguir en el cargo.

No creo que a estas alturas del partido nadie tenga dudas sobre la responsabilidad del presidente en el affaire. La motivos oficiales de la investigación, o sea, los de proteger a los directivos investigados, son un insulto a la inteligencia. Con la obsesión de Laporta de dejarlo todo atado y bien atado antes de abandonar el barco, encontrar puntos flacos en la vida y obra de los cuatro directivos era una decisión necesaria para hacerles desistir de la torpe idea de presentarse como candidatos a las elecciones. Una necesidad inherente a la ambición del futuro político independentista que pasa a toda costa por evitar que Sandro Rossell sea el nuevo mandamás.
Laporta tenía el convencimiento de que su mentor y consejero, el economista Xavier Sala Martín, era el único aspirante capaz de plantar cara a su enemigo. Un síndrome, el de Rossell, que ha terminado por delatar al ideólogo de la trama y revelar los sucios trapicheos que se manejan en palacio. Tras descubrirse el pastel, Sala Martín es un candidato sin futuro. Con la conspiración en primera plana, a la conservadora masa barcelonista ya no le quedan dudas sobre el preferido de Laporta: si le inquietaba Sala Martín por sus estridentes americanas y su prepotencia, ahora le inquieta mucho más aún gracias a la estrategia elegida por su jefe a la hora de colocarle en primera línea de batalla.

En cuanto a Jaume Ferrer, Joan Franquesa, Joan Boix y Rafael Yuste, huelen a cadáver electoral desde el mismo día que supieron que habían sido investigados y no dimitieron. Mantenerse en la directiva a pesar de haber sido vejados por sus colegas les permite proclamarse candidatos sin tener que presentar un aval. Pero han quedado como ambiciosos títeres a quien nadie va a tomar en serio cuando prometan hacer del Barça el mejor club del sistema solar.
A pesar de los históricos éxitos deportivos, la ambición o la torpeza de Laporta ha puesto en bandeja el cargo de presidente a Sandro Rossell. Lo mismito que le sucedió a Joan Gaspart hace siete años, salvando las diferencias, que son muchas, a favor de Laporta.

lunes, 12 de octubre de 2009

martes, 6 de octubre de 2009

Laporta, una prima y muchos primos.


Marta Segú i Estruch, directora de La Fundació del Barça y prima de Joan Laporta. El problema no es el enchufe de esta prima en cuestión, sino los numerosos primos que lo permitimos.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un asunto poco edificante


La opinión de Antoni Segura en El Periódico de Catalunya.

Es como una maldición: el barcelonismo tiene una tendencia obsesiva al pesimismo, y sus juntas directivas, a la autodestrucción, lo cual, a menudo y por desgracia, acaba afectando a los resultados deportivos. Ahora que todo iba sobre ruedas surge el asunto de la investigación a los vicepresidentes, que, aunque no se quiera ni fuera esta la intención, daña la imagen del club.
Joan Laporta acertó cuando tomó la decisión de confiar a Josep Guardiola el primer equipo de fútbol. Los resultados no solo no se hicieron esperar, sino que el primer año, la temporada 2008-2009, consiguió lo que ningún otro club de España ha logrado jamás: ganar la Liga, la Champions y la Copa del Rey, que han sido rematadas con las dos Supercopas con las que se inició la actual temporada. Igualmente, este año se ha podido también reducir el déficit que dejó en herencia la junta directiva anterior.

Es como si todo fuera excesivamente bien y el pesimismo del socio blaugrana se hubiese desvanecido ante el juego modélico e inapelable que despliega el primer equipo. Demasiado bien. Y en esto llegó el entorno. Aquel entorno del que tantas veces se había quejado Johan Cruyff cuando era entrenador. El problema es que el entorno ahora surge desde dentro de la propia junta directiva. No existen motivos para dudar de la legalidad de las medidas llevadas a cabo por Joan Oliver, director general del club, pero las explicaciones son demasiado confusas para no dudar de la oportunidad y de la legitimidad de unos hechos que se remontan a la pasada primavera y que no se han hecho públicos hasta ahora, cuando EL PERIÓDICO los ha dado a conocer. Así, el pasado mes de abril se encargó a una agencia de detectives que realizara, en palabras de Joan Oliver, «auditorías de seguridad» –informes a partir de un seguimiento de las actividades empresariales y económicas y de la situación patrimonial, judicial y fiscal de una persona, según la documentación oficial disponible–, a cuatro vicepresidentes ante la sospecha de que uno de ellos era objeto de seguimiento por parte de desconocidos,lo que parece que no ha sido demostrado, puesto que, si hubiese sido el caso, se habría puesto en conocimiento de los Mossos d’Esquadra dados los precedentes de amenazas a Joan Laporta y del robo de su ordenador personal.
El problema surge porque ninguno de los otros tres vicepresidentes es advertido ni consultado sobre la investigación iniciada, de la cual, al parecer, no tenía conocimiento ni el propio presidente. Además, se trata de los cuatro vicepresidentes que aspiran a encabezar una candidatura continuista en las elecciones del próximo año, a pesar de que Joan Oliver ha insistido en que se trata de un proceso de seguridad normal que no tiene nada que ver con las elecciones. Entonces, si no tiene nada que ver con las elecciones, ¿por qué no se ha aplicado el mismo proceso al otro vicepresidente o al resto de miembros de la junta con independencia de que aspiren o no a la presidencia? Y si, en contra de lo que se dice, el proceso de investigación sí tiene que ver con las elecciones, entonces, ¿cómo puede justificarse el despilfarro de recursos del club –del socio en última instancia– en unas investigaciones que solo afectan a los candidatos continuistas?

En definitiva, un desafortunado asunto que amenaza con desestabilizar al club apenas iniciada la nueva temporada y que daña terriblemente su imagen: ¿cómo serán las relaciones dentro de una junta en la que se realizan operaciones de seguimiento –por muy legales que sean– de cuatro vicepresidentes sin ponerlo en conocimiento de tres de los afectados y del propio presidente?, ¿cuál es la imagen de un club en el que su director general contrata a una agencia de detectives para realizar «auditorías de seguridad» de cuatro de los cinco vicepresidentes sin que lo sepa la junta directiva? ¿Cuál es, en suma, la imagen que proyecta una junta directiva
–y por extensión el propio club– donde los candidatos continuistas son sometidos, sin consentimiento, a operaciones de seguimiento? Y esto, sin duda, es lo que más le duele al socio, que se siente orgulloso de pertenecer a un club en el que, afortunadamente, no se daban las prácticas poco convencionales y al filo de la legalidad que son habituales en otros. Esto, entre otras cosas, como la referencia al catalanismo, los valores democráticos y la solidaridad, hacían del Barça más que un club. Y ser más que un club exige también transparencia, que, en este caso, no se ha dado. Y exige también la elegancia de saber estar a la altura de las circunstancias para reconocer los errores, afrontar sus consecuencias y no dar pie a nuevas especulaciones. Pero, desgraciadamente, Joan Oliver estuvo solo en la rueda de prensa del jueves
–y resulta difícil creer que sea el único responsable de esa torpe operación–, ya que ni el presidente ni ningún miembro de la junta asistieron para apoyarle.

El barcelonismo está viviendo con desasosiego lo que tiene todos los visos de ser una lucha fratricida dentro de la junta por la continuidad, y con más inquietud todavía que la mala imagen que se está dando estos días acabe contagiando al proyecto de Josep Guardiola. Se echa en falta, además, el coraje necesario para dar las explicaciones pertinentes más allá de las declaraciones que pueda hacer Joan Oliver.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Guardiola barre lo que Laporta ensucia



El humor de Caye en Sport.

martes, 8 de septiembre de 2009

martes, 1 de septiembre de 2009

Uno de los Barças más catalanistas de la historia


http://www.vozbcn.com/2009/09/01/8130/laporta-barca-catalanista-universal/

El fútbol es lo que parece


Miquel Porta Perales en ABC


EN mayor o menor medida, el deporte siempre ha llamado la atención de filósofos, sociólogos y psicólogos. Por ceñirnos a la época contemporánea, la filosofía alemana de la primera mitad del siglo XX quizá fue la primera en percibir la importancia que el deporte iba cobrando día a día. Si Max Scheler llamaba la atención sobre «ese poderoso fenómeno supranacional de la época actual que ha crecido inconmensurablemente en magnitud y aprecio», Norbert Elias preguntaba cómo «explicar que un entretenimiento inglés denominado sport pudiera servir como modelo del ocio a escala mundial». Por su parte, Theodor Adorno y Jürgen Habermas relacionaban la práctica del deporte con la aparición del tiempo libre en una sociedad capitalista que necesitaba ocupar el ocio de los trabajadores. Para la psicología y la etología austriacas, el deporte reprimía y desviaba la actividad sexual de la juventud (Sigmund Freud) o sublimaba los instintos agresivos del ser humano (Konrad Lorenz). Finalmente, José Ortega y Gasset avanzaba que la existencia del hombre-masa giraría en torno al deporte.
Tan prometedoras intenciones -el llamar la atención de unos y otros pensadores sobre el deporte- se tradujeron en dos maneras de entender el hecho deportivo: la higienista y la disciplinaria. La hipótesis higienista -auspiciada por Pierre de Coubertin y, en cierta manera, por un José Ortega y Gasset que probablemente encuentra su inspiración en Aristóteles- concibe el deporte como cultivo y mejora del cuerpo, como un ejercicio de superación individual y moral, como la búsqueda de la convivencia entre los hombres, los pueblos y las culturas. La versión higienista radical sostiene que el deporte puede ser un buen instrumento en la consecución de la paz y la fraternidad universales. La hipótesis higienista -el deporte como resumen y compendio de virtudes sin límite, el deporte como ética del ganador y el perdedor- tiene su reverso en la hipótesis disciplinaria. Para dicha hipótesis -un poco de teoría crítica a la manera de Theodor Adorno, una buena dosis de la teoría marxista del aparato ideológico de Estado, unas gotas de psicología freudiana-, el deporte disciplina la sociedad gracias a determinados valores que le son inherentes: el trabajo, el esfuerzo, la superación, la competencia, la producción, el objetivo, la organización, la disciplina, la sumisión, el triunfo, el éxito. Unos valores que, precisamente, son los que necesita el orden capitalista establecido para consolidarse. Hay, incluso, quien ha visto en el fútbol -el portero, el defensa, el centrocampista y el delantero- el resumen y compendio de estos valores. La versión disciplinaria radical afirma que el deporte responde a las necesidades de una civilización técnica y totalitaria que precisa embrutecer al ciudadano. Y afirma también, a la manera de Marx, que el deporte es una suerte de diazepam ideológico que aliena a los ciudadanos disimulando y escondiendo los problemas reales y proponiendo satisfacciones ilusorias.
Llegados a este punto, resulta ineludible formular la pregunta: ¿qué hipótesis -la higienista o la disciplinaria- cabe contemplar como plausible? Ni la una, ni la otra. El deporte del siglo XXI, por decirlo a la manera de Karl Popper, está falsando las conjeturas de unos y otros (sin descartar que algo pueda quedar de unos y otros). Y es que el deporte no es lo que dicen unos intérpretes ideológicamente sesgados, sino que es lo que parece. Lo que se observa. Tomemos el fútbol como ejemplo. Como paradigma. Más allá del rectángulo de juego, el fútbol es lo que parece. Es decir, la prueba de un mundo globalizado en que las mercancías traspasan fronteras, un negocio que busca dividendos, la expresión y afirmación de una identidad colectiva, una terapia para superar determinados conflictos.
El fútbol es la prueba de un mundo globalizado, porque él mismo se ha convertido en una mercancía que, con la impagable ayuda de la televisión -¿un caso de teleadicción?-, está colonizando el mundo entero. Y no es exagerado hablar de colonialismo si tenemos en cuenta que la FIFA mantiene una relación casi colonial con las federaciones del Tercer Mundo y que los países del Norte importan jugadores del Sur y exportan giras de clubes, futbolistas en declive, entrenadores, tácticas y gadgets diversos muchos de ellos fabricados, por cierto, en el Sur. El fútbol es un negocio que busca dividendos al gestionarse empresarialmente, negociar y renegociar contratos al alza o a la baja según sea la coyuntura, realizar fichajes estrella con la intención de obtener réditos deportivos y extradeportivos, endeudarse, cotizar en bolsa, vender derechos televisivos, convertir el estadio en una suerte de parque temático para rentabilizarlo más y mejor, patrocinar buenas causas, usar y abusar del merchandising, explorar nuevos mercados para la exportación. El fútbol es la expresión y afirmación de una identidad colectiva que se manifiesta exaltando lo propio en el estadio, consagrando las selecciones y los héroes nacionales. Por cierto, en este combate entre naciones -los comportamientos colectivos multiplican las desmesuras individuales- ha habido más de una denominada «guerra del fútbol». Sin por ello rizar el rizo, la identidad de un pueblo puede percibirse también a la contra del fútbol. En los Estados Unidos, por ejemplo. ¿Por qué -a pesar de las campañas impulsoras- el fútbol no cuaja en los Estados Unidos? Porque allí el fútbol se considera un deporte de emigrados, porque el norteamericano echa en falta en el fútbol cosas como la espectacularidad del placaje o el touchdown, porque en el fútbol pasan pocas cosas durante largos períodos de tiempo y hay demasiados empates. Tan es así, que una de las formas de integración de los emigrantes en la nación estadounidense pasa por la adopción de deportes nacionales como el béisbol o el fútbol americano. Prosigamos. El fútbol es una terapia -bálsamo o placebo- que permite apaciguar determinadas frustraciones individuales y sociales -con sus correspondientes pulsiones agresivas cuando existen- por medio de una serie de comportamientos afirmativos como gritos, insultos, cánticos y desfiles que exaltan lo propio y denostan lo ajeno. La versión patológica de este comportamiento lo ejemplifica un vandalismo metropolitano -autista, sin contenido ni justificación- que expresa las tendencias nihilistas y autodestructivas del ser humano así como el afán de notoriedad de quien sólo existe en la medida que destruye.
Se ha dicho que el fútbol -el deporte, si se prefiere- es una metáfora de nuestro tiempo. Sea. Y, al parecer, hay mucha gente que no puede vivir sin él. Lo escribió hace un tiempo el novelista Luis Landero: «Acaba la Liga y las tardes del domingo adquieren la misma desolación existencial que tuvieron en nuestra adolescencia, cuando todavía no habíamos descubierto los carruseles de la radio, con griterío de conexiones urgentes entre anuncios de brandis i de cacaos, y uno se dedicaba a navegar a la deriva por el barrio». El fútbol -el deporte- moviliza gente, energías, emociones, dinero y papel. Y no es una casualidad que la FIFA reúna en su seno a más países que la ONU. Bill Shankly, manager del Liverpool, quizá tuviera razón cuando dijo que «el fútbol no es asunto de vida o muerte... ¡es mucho más importante que eso!». El fútbol es lo que parece. La vida en directo. Para bien y para mal.

domingo, 30 de agosto de 2009

El Barça y cómo forrarse en L´Hospitalet



Me sorprendió ver a Celestino Corbacho en el palco de Roma. Más que disfrutar de la Final de la Champions, estaba buscando la foto promocional. Una foto importante que no puede salir gratis.

http://www.elconfidencial.com/cache/2009/06/01/espana_60_pelotazo_urbanistico_hospitalet_salpica_laporta_presidente_barca.html

Los goles de la cantera también son canarios

sábado, 29 de agosto de 2009

viernes, 28 de agosto de 2009