viernes, 31 de julio de 2009

Navratilova es más que un club


Un artículo de Ivan Tubau escrito en mayo de 1992 y publicado en Diari de Barcelona.

Diari de Barcelona -el único diario que nunca me ha censurado- me pide que escriba sobre el Barcelona-Sampdoria, pese a que Revés y sus secuaces ya suponen que lo que pienso del fútbol debe de parecerse bastante a lo que pienso del olimpismo o de las corridas de toros. Me gustaba el fútbol cuando los negros de Sao paulo y los blancos de Buenos Aires hacían filigranas elegantes y amariconadas -¿hay que aclarar que es un elgio?- con la pelota. Ahora el fútbol es una lucha viril y soez donde solo importa la victoria, si puede ser a costa del tobillo del enemigo. Y encima fomenta el patriotismo, una de las perversiones más estúpidas de la humanidad. Se empieza en Wembley y se termina en Sarajevo. El Barça es más que un club, todo el mundo lo sabe, y por eso me encantaría que pudiese, si no fuera porque entonces ganaría la Sampdoria, y habríamos huido de la Guatemala del nacionalismo catalán para inmergirnos -horrenda palabra- en la Guatepeor del nacionalismo italiano. A mí lo que me llenaría de felicidad es que ganase un equipo de jugadoras con falda, checoslovacas o yugoslavas -no eslovacas y eslovenas, ojo-, lesbianas, comunistas y de nacionalisdad fiscal andorrana.

jueves, 30 de julio de 2009

Miniestadi, maxipisos


Juli Capella en El Periódico de Catalunya

El ciudadano debe saberlo. La calificación de un terreno como equipamiento imposibilita su uso para construir pisos. Así es la ley, que protege escuelas, zonas deportivas y jardines de la insaciable voracidad edilicia. Una ley rotunda, pero que puede cambiar quien gobierna bajo el eufemismo de recalificación, vulgarmente conocido como especulación, un término franquista que, desgraciadamente, hemos seguido escuchando durante la democracia. Y no solo en Marbella, sino también en ciudades aparentemente progres.
Adjudicar por la cara 1.500 pisos a los terrenos del Miniestadi del FC Barcelona, actualmente calificados como equipamiento, es una sinrazón. Por un lado, porque es ilegal y porque Les Corts es un barrio altamente denso que no necesita más viviendas, sino bibliotecas, guarderías, salas culturales y zonas verdes y deportivas, pero abiertas al barrio, no valladas. El sentido común descarta la conveniencia de construir allí 1.500 pisos, pero hay una razón clara para que el
Barça lo pida: poder pagar la ampliación megalómana del estadio. El ayuntamiento debería velar por todos. No ha sido así, y se ha plegado a los intereses privados; encima, lo hará con agosticidad y recochineo, pues para compensarlo le ha pedido al club que compre 7,5 hectáreas de verde en Montcada i Reixac. Es una buena idea, que podríamos extender a toda la ciudad: edifiquemos viviendas sobre los equipamientos, parques y plazas, que da mucho beneficio, y compremos un gran parque en el Montseny, y así podremos ir allí todos a pasear. Porcioles no se atrevió a tanto, y tampoco Maragall, ni Clos, cuando Núñez y Gaspart intentaron una jugarreta similar.

jueves, 23 de julio de 2009

sábado, 18 de julio de 2009

Maxwell: un fichaje acomplejado o mal informado


El Barça ha fichado al lateral brasileño Maxwell. Sus primeras declaraciones con la camiseta blaugrana han sido las típicas y patéticas palabras que tantos otros han dicho anteriormente: "Lamento no poder hablar en catalán, pero intentaré aprenderlo muy pronto". Me gustaría saber quién es el bobo que les aconseja decir a los fichajes estas sandeces.
Maxwell, los culés te vamos a juzgar por tu juego, por lo que hagas en el campo y no por la lengua en la que hables. Y recuerda que te han fichado para sustituir a Silvinho, un brasileño que aprendió catalán y no le sirvió para renovar.

jueves, 9 de julio de 2009

martes, 7 de julio de 2009

Yo quiero un rey negro


Un artículo escrito por Eduardo Torrico y publicado en Defensacentral.com el pasado 19 de mayo.


¿Por qué? Porque es la única forma de poder criticar su gestión sin peligro a que te tilden de machista, de racista o de homóbofo. Desde ayer, además, quiero que el próximo rey de España sea negro. ¿Por qué? Pues porque creo que es la única manera de evitar que se repitan sucesos tan lamentables como los de Mestalla. La dictadura de lo políticamente correcto nos ha conducido de forma irremisible al esperpento: en un partido de fútbol chillar a un jugador negro puedo suponer la pérdida de dicho partido y/o la clausura del estadio donde se juega. Pero chillar al primero de los españoles y berrear durante la interpretación del himno nacional es, al parecer, un sano ejercicio de libertad de expresión. ¡A ver si chillando a un rey negro alguien llega a la conclusión de que hay connotaciones racistas y decide tomar medidas de una puñetera vez!. Estoy indignado no tanto por el aquelarre separatista de anoche en Mestalla como por las manifestaciones de un imbécil al que han convertido en portavoz oficial de la Federación Española de Fútbol. Entrevistaba a este imbécil el pasado martes José Antonio Abellán en la COPE y le preguntaba por si se habían tomado medidas para evitar los insultos al Rey y los berridos al himno nacional. Y decía el imbécil que no, que cada uno es muy libre de expresarse como crea conveniente. Por eso, cuando vuelva a haber insultos a un jugador negro en un campo de fútbol español, espero que salga este imbécil (repito, portavoz oficial de la Federación Española de Fútbol) y diga que cada uno es muy libre de expresarse como crea conveniente.

Soy español. Y no sólo soy español, sino que me siento más español que nadie. Pero a veces me da vergüenza ser español. Anoche fue una de esas veces. Todo el mundo es muy libre de expresarse como crea conveniente, siempre y cuando, claro, sea contra España. Si alguien se le ocurre decir algo contra alguno de los símbolos del nacionalismo catalán o del nacionalismo vasco, ¡qué Dios nos pille confesados! Sin embargo, injuriar al Rey, a la bandera o al himno nacional (delitos todos ellos tipificados en la propia Constitución) es, repito, un sano ejercicio de libertad de expresión.

Siento envidia de los franceses. El pasado 15 de octubre, Francia disputó un partido amistoso con Túnez en el Stade de France. Miles de los seguidores tunecinos que acudieron al estadio se dedicaron a silbar durante la interpretación de La Marsellesa, el himno nacional francés. La reacción del primer ministro galo, François Fillon, no se hizo esperar: a partir de ese momento, cada vez que se silbe el himno nacional, se suspenderá automáticamente el partido, por constituir una falta de respeto y de consideración a toda la nación.

Pero, ya se sabe, los franceses tienen mucho que aprender de los españoles. Los franceses no saben qué es eso de "libertad, fraternidad e igualdad", ni tienen una larga tradición democrática como tenemos los españoles. Además, en aquel país no están acostumbrados a vivir con gente de otras razas ni de otras religiones ni de otras culturas. Por eso son tan intolerantes y se cabrean tanto cuando alguien abuchea a su himno nacional. Nosotros, los españoles, sí que les podemos dar por suerte lecciones de tolerancia y de libertad de expresión. Y de paso, igual les podemos traspasar a alguno de los muchos imbéciles que nos sobran por arrobas.